La muestra que tomaron los científicos para llegar a esta conclusión corresponde a un grupo de 382 ancianos, con 76 años de media, que fue estudiado durante 5 años. En primer lugar, se midieron los niveles de vitamina D; y, después, se analizaron anualmente las funciones cognitivas.
Al inicio del estudio, el 50 % de los participantes presentaba una cognición normal, un 17 % tenía demencia senil y otro 33 % mostraba reducidas funciones cognitivas. De ellos, un 26 % presentaba carencias en sus niveles de vitamina D (<30 nmol/l) y un 35 % tenía niveles insuficientes (de 30 a 50 nmol/l).
En el grupo de las personas con demencia se comprobó que el nivel de vitamina D era notablemente inferior que en el resto de los que formaron parte del estudio. A lo largo de los años, las funciones de la memoria empeoraron el doble de rápido entre quienes tenían déficit de vitamina D que entre quienes tenían un nivel adecuado (80 nmol/l o más).
Tras analizar los resultados de este estudio de la JAMA Neurology y el British Journal of Medical Nutrition los investigadores concluyeron que era esencial mantener unos adecuados niveles de vitamina D en sangre. Para ello, recomendaron, entre otras pautas, seguir una paleodieta para proveer al organismo vitamina D.
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