Desde entonces hemos adaptado en gran medida nuestro entorno a nuestros deseos. Pero nuestros deseos no siempre coinciden con nuestras necesidades. Para sobrevivir, ya no tenemos que hacer ejercicio intensivo, pensar mucho ni improvisar, lo que ha vuelto nuestra vida menos variada y desafiante. En consecuencia, nuestros músculos se atrofian, nuestras neuronas languidecen y nuestro sistema inmune se vuelve contra nosotros. Lo que no se usa, se pierde.
Esto nos hace preguntarnos: ¿podemos seguir llamando con razón a nuestra especie Homo sapiens? ¿No nos estamos convirtiendo poco a poco en un Homo fragilis, un ser humano desvalido y vulnerable que a duras penas puede traducir en hechos su instinto de supervivencia? Puede ser, pero aún no ha pasado, afortunadamente. La tendencia actual no está determinada en nuestros genes. Si queremos, en una sola semana podemos volver a estar sanos, en forma y motivados. ¿Pero cómo?
La vida intermitente es la única respuesta a esta pregunta. Este nuevo método es el futuro, y es la prolongación natural del ayuno intermitente, esto es, la restricción de calorías mediante el ayuno regular. Así se vuelve a desafiar al cuerpo y al cerebro a «sobrevivir». Y eso es algo que se les da fenomenal: cada vez más estudios demuestran que el ayuno intermitente reduce el riesgo de cardiopatías, prolonga la vida y ayuda a tener un cerebro activo y resistente al estrés.
Pero la vida intermitente es más aún: es variedad y desafío en todas las áreas de la vida. Además del ayuno y una dieta con más de 120 alimentos saludables, la vida intermitente agrupa todas las intervenciones que han demostrado devolver a nuestro cuerpo lo que nos hace humanos: salud, ganas de movernos, fuerza, inteligencia, motivación, flexibilidad, creatividad y capacidad de defensa.
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