La cúrcuma, en latín Curcuma longa, se conoce cotidianamente como una especia alimentaria. Sin embargo, procede de una planta herbácea de la familia de las zinguiberáceas. El elemento principal de la cúrcuma es la curcumina. Esta se extrae de los tallos de la raíz de la planta. Además de su uso culinario, se emplea también para fines terapéuticos, puesto que posee una gran cantidad de principios bioactivos. Asimismo, es un ingrediente apto para la paleodieta y con importantes beneficios.
Tanto es así, que mediante la PNI clinica o psiconeuroinmunología se han llevado a cabo estudios en los que se demuestra el poder que tiene la cúrcuma para combatir la inflamación de bajo grado (LGI) y la oxidación.
La cúrcuma tiene un fuerte poder antioxidante, hasta el punto de que es capaz de reducir la probabilidad de desencadenar un cuadro clínico. Además, ayuda a incrementar la creación de enzimas desintoxicantes y por tanto, mejorar la salud a nivel del ADN. El efecto antioxidante de la misma supera hasta en diez veces el del resveratrol y la vitamina C.
Para mantener una alimentación equilibrada necesitamos controlar la cantidad entre ácidos grasos omega 3 y 6. Esto se hace difícil debido a la alimentación que solemos llevar a cabo en la actualidad, rica en omega 6. Este hecho provoca que aumente la probabilidad de inflamación de bajo grado. Por ello, debido al efecto antiinflamatorio que tiene la cúrcuma, lo convierte en un suplemento perfecto.
La cúrcuma no solo actúa a nivel del metabolismo, sino también de genética. Su acción inhibe el factor NF-kb, por ello disminuye la dosis inflamatoria en el organismo y ofrece protección frente al deterioro oxidativo.
FUENTE: (www.naturafoundation.es)

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